El papel de los profesores va más allá de enseñar unos
conocimientos con fecha de caducidad. Implica enseñar a los alumnos a
"aprender a aprender" de manera autónoma y fomentar su desarrollo
cognitivo y personal mediante actividades críticas y conectadas con la realidad
Maruny
(1989), opina que enseñar no es sólo proporcionar información, sino ayudar a
aprender, y para ello el docente debe tener un buen conocimiento de sus
alumnos: cuáles son sus ideas previas, qué son capaces de aprender en un
momento determinado, su estilo de aprendizaje, los motivos intrínsecos y
extrínsecos que los animan o desalientan, sus hábitos de trabajo, las actitudes
y valores que manifiestan frente al estudio concreto de cada tema, etc.
Ser un profesional de la educación significa contar con conocimientos
especializados y comprometerse con la tarea que se lleva a cabo. Como señala Le
Boterf (2001), un profesional de la enseñanza sabe gestionar una situación
profesional compleja, actuar y reaccionar con pertinencia, combinar los
recursos y movilizarlos en un contexto, transferir y utilizar sus
meta-conocimientos para modelar e interpretar los indicadores en contexto, sabe
aprender y aprender a aprender y sabe comprometerse.
En su quehacer diario el docente ha de plantearse cuestiones tales como el
interés de su alumnado, sus experiencias, el lenguaje claro y adaptado que ha
de usar, la relación de los contenidos y actividades con los intereses y
conocimientos de sus alumnos; la estructura y organización de esos contenidos,
las relaciones que establece con sus alumnos dentro del aula y las que éstos
establecen entre sí; hacer un diagnóstico de necesidades, organizar y gestionar
el proceso de enseñanza- aprendizaje con estrategias didácticas individuales y
cooperativas,preparar y elegir materiales, motivar al alumnado, atender a su
diversidad, fomentar el autoaprendizaje, orientar y evaluar.
Pero me parece fundamental señalar que el decidirse a ejercer la docencia y
situarse en el contexto del aula hace imperativa la toma de una serie de
decisiones relativas, no ya sólo a los objetivos didácticos, contenidos,
actividades, estrategias y recursos, sino a la revisión y reflexión acerca de
nuestra capacidad para guiar un proceso de desarrollo personal e intelectual e
impregnar nuestra profesión de una constante: la mejora continua. La evaluación
es un elemento esencial del proceso de enseñanza aprendizaje y debe aplicarse
tanto al aprendizaje de los alumnos, como a la revisión de la propia práctica
docente.
Savater (1997) afirma que “el proceso de enseñanza, nunca es una mera
transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas, sino que se
acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad”.Hemos de tener
presente, como docentes, que todo está relacionado entre sí, todo cambia y se
transforma intensamente: individuos, sociedad y naturaleza evolucionan en forma
constante y nuestra visión holística ha de desarrollarse en gran manera, puesto
que somos agentes fundamentales en la formación integral del alumnado ante el
que nos situamos.
En el contexto social actual, determinado por la globalización y una gran
competitividad laboral, los docentes hemos de orientar nuestra actividad hacia
la formación del alumnado tanto como ciudadano como trabajador, brindándole
educación para y en el trabajo en el marco de la formación continua, así como
garantizar su promoción social y elevar su nivel de calificación, ofreciéndole
con ello oportunidades de crecimiento personal y profesional y promoviendo la
adquisición de competencias básicas y profesionales.
Uno de los roles que toma el profesor, es ser guía y orientador en todo lo
relacionado con la formación del alumnado, ya que tiene la capacidad de ampliar
la información, contextualizarla con la tecnología adecuada y vincular lo
aprendido a la realidad. Además, el profesor ha de estar en constante
actualización, impulsar la investigación, la formulación de propuestas y la
reflexión. Va a ser promotor de valores éticos y morales. Y ha de ser
adaptable, creativo y capaz de solucionar situaciones nuevas.
Por supuesto, no podemos obviar el auge y la influencia de las nuevas
tecnologías, que plantean un nuevo contexto didáctico en el que el profesor
enseña cuando el alumno necesita de su ayuda para aprender, esto es, mientras
el sistema tradicional de enseñanza situaba al profesor en el eje central del
proceso enseñanza-aprendizaje, y el alumno asumía un papel pasivo, receptor de
información, a través del uso de las nuevas tecnologías en las aulas, el
alumnado asume un papel más activo y el profesor una tarea directiva del
proceso. Se trata de un contexto en el que la lección magistral dirigida al
grupo se sustituye por el trabajo autónomo de los alumnos, quedando el profesor
libre para atenderles individualmente (Repáraz, Ch., 1992) Esta circunstancia
no implica que el profesor pierda su rol, sino que éste evoluciona hacia una
nueva praxis y el profesor debe buscar la forma de aprovechar la integración de
las nuevas tecnologías en aquella.
(Extracto de mi TFM, del máster de formación de profesorado)
De acuerdo con las principales ideas que expresa Lola, y añado también la dificultad de ejercer una tarea vocacional en tiempos en los que la educación ha perdido parte de su prestigio
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